-¿Sabes que es lo más entretenido de la medicina? –Preguntó el
joven vestido con una bata de médico mientras movía unos frascos sobre una
mesa. –Todo avance en medicina, viene del estudio de los muertos. Y para
encontrar la respuesta a determinadas enfermedades, primero hay que probar
tratamientos. –Comenta con aire ausente mientras que toma una pequeña flor en
sus manos enguantadas. Un sonido ahogado se escucha en la penumbra de la
habitación, pero el joven parece ignorarlo completamente. -¿Qué crees que pasa
cuando el tratamiento no es exitoso, o cuando apenas se conocen los elementos
que se utilizan para dicho tratamiento? –Gira y observa al hombre atado sobre
una camilla.
Una mordaza ahoga las quejas del hombre, mientras que este
se debate contra sus ataduras. Ojos abiertos como platos, inyectados de sangre
y velados de lágrimas. Desnudo como se encontraba, se podía notar en la fina
capa de sudor que cubría su cuerpo, y el olor ácido a miedo llenaba la pequeña
sala.
-Toda ciencia, lamentablemente, nace de la prueba y el
error. Se intentan miles de cosas hasta que se consigue el efecto deseado.
Todos felices con la respuesta indicada, se olvidan de los miles de errores que
llevaron a ese único momento de éxito. –Comenta el joven, acercándose
lentamente, la luz sobre la camilla finalmente alumbrando las facciones de esta
persona de apariencia engañosa. –Las curas y los venenos van de la mano. Uno
prueba distintas sustancias con la esperanza de curar ciertos males, pero
termina generando más problemas. Es un gran círculo vicioso.
El hombre continúa sacudiéndose, respirando agitadamente. El
“médico” simplemente le observa con aire analítico, cruzando los brazos y
suspirando levemente. -Un claro ejemplo de esto, es la famosa belladona. –Continúa,
caminando alrededor de la mesa. –Usada como cosmético, para aliviar dolores e
inflamación, como droga alucinógena, y en determinadas cantidades, como veneno.
–Comenta, tomando la flor que había dejado sobre la mesa. –El ser humano es tan
extraño, voluntariamente consume elementos que lo llevarán a la muerte. Sabe
que consume veneno. Sabe que le hace mal. Y sin embargo, como si tuviese la
necesidad fisiológica de suicidarse, continúa consumiendo sus venenos. –Suspira,
sacude la cabeza, y sonríe como si se tratase de algo que escapa su
comprensión.
-Me encantan los venenos. –Dice finalmente, depositando la
flor en una mesa. –Me interesan sus efectos, su efectividad y sus
consecuencias. Y los seres humanos son particularmente adeptos a inventar
venenos y enfermedades, solo para después inventar medicinas. Todo en pos de la
búsqueda del dinero. –Mira al hombre en la camilla, quien finalmente deja
escapar lágrimas y parece estar demasiado cansado como seguir luchando contra
las ataduras. –Increíblemente, existen médicos dedicados exclusivamente a hacer
tratos con grandes farmacéuticas. Recetan medicinas, que eventualmente
generarán dependencia. Matan gente, les generan más enfermedades, les medican
innecesariamente, y con ello se llenan los bolsillos. Y la gente continúa
acudiendo a ellos, porque honestamente creen en estas personas. Depositan en
ellos confianza ciega, solo porque tiene un título que dice que saben de
medicina. –Mira al hombre con expresión triste, un leve puchero en su rostro. –Usted
sabe de lo que hablo, ¿verdad doctor? –Pregunta retóricamente. –Dígame, ¿a
cuantas personas les ha dado problemas de hígado y riñones al darles
medicaciones para la tiroides? ¿Cuantas personas bajo su cuidado terminaron con
grandes casos de depresión, a veces llegando al suicidio, porque les recetaba
medicina para enfermedades que no tenían? ¿Cuanto le pagaban los laboratorios
por matar gente a largo plazo?
El joven sacude la cabeza.
-Si hubiese dado medicaciones con otros fines, en búsqueda
de curas experimentales, le habría perdonado el contador de cadáveres. ¿Pero
por dinero? ¿Dónde quedó el amor a la profesión? ¿El honor del médico? ¿La
curiosidad científica? –Inyecta la jeringa en el cuello del hombre, quien emite
un leve sonido de dolor. –Oh bueno, es una pena. Pero supongo que ahora que
está bajo mi cuidado, podremos saldar las cuentas. Tal vez podamos curar alguna
enfermedad, ¿no le parece? O incluso, tal vez podamos crear un nuevo mal para
este mundo. Sería algo muy interesante.
El joven se estira, y observa el comienzo de espasmos en el
cuerpo del hombre. Toma una libreta y una lapicera, tomando nota de la hora y
los síntomas.
Veneno y Medicina por Cassé, Paula Andrea se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario