lunes, 27 de julio de 2015

Adiós al Viejo Mundo



Cuando el domo finalmente colapsó, lo único que Unid podía pensar era en lo tonta que había sido.
Recordaba aquél momento como un sueño. El brillo de las luces artificiales sobre su cabeza reflejándose cálidamente en los árboles y plantas del bosque artificial que unía varias viviendas dentro del domo mayor. Su madre se encontraba hablando con Nain, el joven oficial que se encontraba de visita desde el puesto de comando central. La hermana de Unid, Diena, se encontraba en la silla de ruedas contemplando con ojos vacíos el césped.
La voz de su progenitora le había taladrado el cerebro. Se encontraba en aquella etapa de su vida en la que todo cuando su madre dijese le provocaba rechazo y hasta una leve sensación de odio e incomodidad. Recordaba el ardor de las lágrimas contenidas mientras que cerraba los puños y apretaba los dientes, el peso de la mirada de Nain, el eco de un estruendo creciendo en sus oídos, y finalmente las palabras que habían escapado de su boca.

“En lugar de estar orgullosa de mí por ser tan buena cuidadora, ¿porqué no cuidas tú a tu hija?”

Oh, su madre se había horrorizado tanto ante la falta de respeto. Ante el reclamo su hija de 15 años que debía de cuidar de su hermana menor con deficiencias físicas y mentales. Todo esto frente a los ojos de un representante del Orden. Completamente irrespetuoso y avergonzante. Sin embargo Unid sentía que Nain comprendía, porque el mismo Orden había impuesto la existencia de personas como Diena en todas las familias. Una lección en... humildad.

O eso decían.

Su mejilla se había enrojecido por la bofetada que había recibido, y el rostro de la mayor estaba centelleante, completamente lleno de furia y humillación. Unid, había sentido cierta satisfacción ante esa expresión. Y aunque Diena vivía en otro mundo dentro de su propia mente, la joven pensaba que su hermana comprendía todo ello. Comprendía el peso que ambas compartían y que el adulto responsable evadía al alejarse de ellas.

Desde el interior de la vivienda Unid había escuchado los gritos de Tuel, hermana menor de su mejor amigo Druei. La manta que solía cubrir las piernas atrofiadas de la joven estaba en el suelo, y Tuel se impulsaba hacia afuera de manera furiosa, lágrimas impotentes en su rostro. A diferencia de Diena, Tuel era perfectamente consciente en todo momento del peso que le había tocado. Si había alguien que odiase más la “lección de humildad” que Unid, era ella.  Druei le seguía con paso tranquilo, su expresión casi neutra ante los berrinches de su hermana, y la joven solo podía sentir un poco de celos ante la compostura que el contrario mantenía.

Todos ellos se encontraban juntos cuando las luces artificiales se sacudieron de manera casi imperceptible. Un leve momento de oscurecimiento antes de regresar al brillo normal programado.
Pero Unid, con la cabeza en su propia situación y no en su entorno, sólo pensaba en escapar de la mirada de recriminación y de sus responsabilidades.
Antes de que se diese cuenta, se había echado a correr. La humillación de la censura de su madre, la mirada vacía de Diena, y los ojos huecos de Druei le habían dejado impactada e incapaz de procesar la situación. Y al correr, sus pies le habían llevado a internarse en el bosque artificial. En algún lugar de su mente, pensaba en que simplemente una noche lejos de casa le haría bien. Algo que le permitiese aclarar sus pensamientos sin tener que lidiar con el choque de personalidades en su hogar. Además de que sentía una extraña satisfacción al obligar a aquella mujer a hacerse cargo de su otra hija.

Nain le había seguido, y vagamente los gritos de Druei le habían seguido como el eco de un fantasma.
Pero fue en ese momento en el que la represa que administraba el flujo del río que alimentaba el bosque, se había roto. El agua comenzó a arrastrar todo a su paso, y debido a la estructura del lugar, la corriente llevaba al centro del domo. Las luces fallaban con cada vez más frecuencia hasta que sólo las bengalas de emergencia habían permanecido activadas. El eco de gritos y el murmullo de una gran corriente de agua retumbaban por todas las paredes del domo.
El oficial le había tomado de la mano, y ambos habían comenzado una loca carrera en la que buscaban refugio en uno de los puestos de avanzada cerca del centro de comando. Los pocos animales que habían sido creados y criados en aquél domo se movían completamente desorientados, y un cabrito comenzó a seguirlos, como si estuviese buscando refugio en las figuras humanas conocidas.

El techo del domo parecía resquebrajarse, provocando que una delgada lluvia comenzase a caer, lo que creó mayor pánico dentro de la cúpula.

Al llegar al refugio, el agua llegaba hasta la mitad de sus piernas y amenazaba con arrastrarles. Unid tomó al animal en brazos, y lo llevó casi sin pensarlo. Cerraron las compuertas con manotazos casi confusos, la mitad del refugio se encontraba inundado, y del otro lado el agua golpeaba las paredes. Un vidrio reforzado separaba parte de la estación de comando del lugar en el que ella y su acompañante se encontraban. En las cámaras, se veía como el agua arrasaba con todo, y cada vez más compuertas y segmentos del domo eran aislados para evitar una pérdida completa.

Aquella noche, Unid durmió presa de la culpa y la vergüenza. Nain no dijo nada en ningún momento, simplemente ofreciéndole algo de calor mientras el mundo que conocían de derrumbaba. 

Art by Carl Burton

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