Bestia salvaje que lame mis heridas, que consume mi
integridad, que me llena de alegría.
Hay amores que liberan, amores que matan y amores que
castigan. Y este amor que acuno en mis manos, es una criatura salvaje que no
comprende de medias tintas. Curioso es que el amor que sostienes en tu propio pecho sea
igual de salvaje que el mío.
Pero a veces no puedo evitar pensar que este animal que llevo
dentro dormiría plácidamente toda una eternidad de no ser por tú presencia. Siento culpa por imaginarme sin ti. Que ridículamente humano de mi parte. Tal
vez eres ese espejo cuyo reflejo distorsionado muestra la verdadera criatura
que soy. Tal vez eres el maestro que necesitaba, la enseñanza de un amor
visceral que todo lo consume y nada lo perdona.
Te estoy eternamente agradecido, por haberme liberado de
estas cadenas mortales y haberme enseñado a mirar el infinito como una
posibilidad y no una tortura a la que estaba condenado a repetir.
El miedo a mi mismo, el odio a mi historia, el terror a mis demonios
internos, todo ello parece haber perdido significado frente a la grandeza que he
podido cultivar.
Soy un animal salvaje.
Pero también soy un animal culto.
¿Alguna vez se ha visto una dicótoma tan grande?
No soy adepto a las etiquetas. Y aunque me gusta pensar en
este mundo como monocromático, he encontrado que mi cuerpo se mueve con mayor
fluidez en la paleta de grises. El bien y el mal, meras etiquetas creadas para
determinar la intensidad de los horrores humanos, son conceptos que antes
utilizaba como espada y escudo. Sin embargo, en este presente en el que resido,
solo puedo comprender que hay cosas que van más allá de la percepción.
Mi demonio querido, mi santo caído de gracia, eres todo
cuando podría haber deseado y más. Y en este pacto faustiano que me encuentro,
no puedo negar que me entregué con ojos abiertos y perfectamente consciente de
mis actos. Me has enseñado de la belleza en las pesadillas, y la poesía que
corre en la sangre de cada cuerpo, así como me has enseñado a elevarme por
encima de los cerdos que ocupan cada rincón de este mundo.
Por mera definición, los animales no debieran ser tan
adeptos a la filosofía. Y sin embargo aquí me encuentro, acunando a un lobo de
plumas negras que saliva ante el mero indicio del batir de las alas de mi
demonio predilecto.
Bienaventurada sea la hora de nuestro encuentro. Feliz el
momento en el que dejé una vida morir para resucitar en otra existencia.
Todavía derramo lágrimas por aquella vida perdida, por
aquella humanidad enterrada en las profundidades del río Estigia. Recuerdo la
mirada que tú, mi Caronte, me otorgaste con tu infinita sabiduría y completa
curiosidad.
Nunca comprenderé que te incitó a invitarme a ese viaje.
Nunca veré lo mismo que viste tú en esos momentos cuando la puerta a otro plano
se abrió, y tampoco podré señalar el momento preciso en el que la bestia en mi
pecho despertó.
Solo se con seguridad que en este presente que compartimos,
tu volarás libre como el cuervo que eres, y este lobo cazará por las noches en
busca de la saciedad que el apetito animal declama.
-
Del diaro
de un viajero perdido en los últimos momentos de su humanidad.
Bestia Interna por Cassé, Paula Andrea se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
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