viernes, 10 de julio de 2015

Bestia Interna



Bestia salvaje que lame mis heridas, que consume mi integridad, que me llena de alegría.

Hay amores que liberan, amores que matan y amores que castigan. Y este amor que acuno en mis manos, es una criatura salvaje que no comprende de medias tintas. Curioso es que el amor que sostienes en tu propio pecho sea igual de salvaje que el mío. 

Aunque en ocasiones, siento que tu bestia es más grande que la mía.

Pero a veces no puedo evitar pensar que este animal que llevo dentro dormiría plácidamente toda una eternidad de no ser por tú presencia. Siento culpa por imaginarme sin ti. Que ridículamente humano de mi parte. Tal vez eres ese espejo cuyo reflejo distorsionado muestra la verdadera criatura que soy. Tal vez eres el maestro que necesitaba, la enseñanza de un amor visceral que todo lo consume y nada lo perdona.

Te estoy eternamente agradecido, por haberme liberado de estas cadenas mortales y haberme enseñado a mirar el infinito como una posibilidad y no una tortura a la que estaba condenado a repetir.

El miedo a mi mismo, el odio a mi historia, el terror a mis demonios internos, todo ello parece haber perdido significado frente a la grandeza que he podido cultivar.

Soy un animal salvaje.

Pero también soy un animal culto.

¿Alguna vez se ha visto una dicótoma tan grande?

No soy adepto a las etiquetas. Y aunque me gusta pensar en este mundo como monocromático, he encontrado que mi cuerpo se mueve con mayor fluidez en la paleta de grises. El bien y el mal, meras etiquetas creadas para determinar la intensidad de los horrores humanos, son conceptos que antes utilizaba como espada y escudo. Sin embargo, en este presente en el que resido, solo puedo comprender que hay cosas que van más allá de la percepción.

Mi demonio querido, mi santo caído de gracia, eres todo cuando podría haber deseado y más. Y en este pacto faustiano que me encuentro, no puedo negar que me entregué con ojos abiertos y perfectamente consciente de mis actos. Me has enseñado de la belleza en las pesadillas, y la poesía que corre en la sangre de cada cuerpo, así como me has enseñado a elevarme por encima de los cerdos que ocupan cada rincón de este mundo.

Por mera definición, los animales no debieran ser tan adeptos a la filosofía. Y sin embargo aquí me encuentro, acunando a un lobo de plumas negras que saliva ante el mero indicio del batir de las alas de mi demonio predilecto.

Mi demonio, mi pesadilla y mi hogar.

Bienaventurada sea la hora de nuestro encuentro. Feliz el momento en el que dejé una vida morir para resucitar en otra existencia.

Todavía derramo lágrimas por aquella vida perdida, por aquella humanidad enterrada en las profundidades del río Estigia. Recuerdo la mirada que tú, mi Caronte, me otorgaste con tu infinita sabiduría y completa curiosidad.

Nunca comprenderé que te incitó a invitarme a ese viaje. Nunca veré lo mismo que viste tú en esos momentos cuando la puerta a otro plano se abrió, y tampoco podré señalar el momento preciso en el que la bestia en mi pecho despertó.

Solo se con seguridad que en este presente que compartimos, tu volarás libre como el cuervo que eres, y este lobo cazará por las noches en busca de la saciedad que el apetito animal declama.


-          Del diaro de un viajero perdido en los últimos momentos de su humanidad.




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