sábado, 18 de julio de 2015

Carta a un país

Carta a nadie en particular, y a todos en especial

¿Es de extrañar que la violencia esté en aumento? ¿Es una sorpresa que los crímenes diarios se sientan cada vez más aberrantes y la gente se encuentre más aterrada? ¿Es una sorpresa que cada vez más gente se defienda con violencia y tome justicia por mano propia?

Vemos las noticias y nos encontramos con violaciones, asesinatos, robos, terrorismo, mentiras y calumnias. Encendemos la televisión, y por canal de aire nos encontramos mujeres desnudas (porque un conchero y brillantina en los pezones no cubre nada) bailando sensualmente con hombres mientras un público las critica por su cabello y el tamaño de sus senos. Del otro lado de la televisión, un niño de 5 años con remera de equipo de fútbol, observa de manera casi hipnotizada sin saber si es verdad o fantasía.

Ingresamos a Internet, entramos en alguna red social, y nos horrorizamos por el escándalo de una vedette en una cabina de avión. Los pilotos pierden su trabajo, la mujer tiene 5 minutos de fama, varias vidas se ponen en riesgo, la aerolínea tiene que pagar represalias por los errores humanos. Tenemos el tupé de ofendernos y quejarnos, sólo para una semana después olvidarnos.
Un fiscal comienza una investigación contra la presidente del país, y al poco tiempo comete suicidio. La causa, es desestimada. La familia pide justicia y los ciudadanos que deberían cuestionar lo oscura de la situación atacan a la familia, apuntando a pecados del fiscal.

Roban a una familia en repetidas ocasiones. El momento culmine de la violencia llega cuando asaltan a una familia entera, amenazan con matar a la mujer, golpean al padre, apuntan un arma a un bebé de 1 año, les quitan todo, y se van tras comer y beber la comida de la familia. No hay sospechosos, no hay culpables. Los que leen la noticia dicen con confianza: La policía esta metida.

La policía esta metida.
Y nadie hace nada.
Se culpan a los gobernadores, que la propia gente vota.
Se culpan a los policías, quienes deberían proteger a los ciudadanos.
Se culpan a los ladrones, quienes se defienden diciendo que no conocen otra forma de vida.
Se culpa a la clase media, porque todos son fachos encubiertos.
Se culpan a los hombres, porque son machistas hijos del patriarcado.
Se culpan a las feministas, porque son feminazis.
Culpa, culpa y culpa.
La realidad de argentina, es sencilla.
No es un país unido.
No somos un país unido.

Nos morimos de hambre, nos preocupamos por sobrevivir, no queremos que nos rompan las pelotas, no queremos saber nada con los problemas del mundo, no queremos saber nada con el sistema judicial de mierda, todos los que tienen cargo municipal o en el gobierno son inevitablemente corruptos.

Quejas, quejas y quejas.

¿Qué podemos hacer?
¿Estamos esperando a una revolución que nunca llega? ¿Estamos esperando a que a la señora presidente le disparen en un acto oficial, y sea transformada en un icono inmaculado como Perón o Evita? ¿Estamos esperando a que un mesías nos salve de los errores de todos los presidentes anteriores? ¿Estamos deseando olvidar los errores del pasado, solo para culpar a un recién llegado que prometía soluciones?

¿Qué estamos esperando?
La respuesta, tal vez es sencilla. No hay grandes significados, no hay grandes verdades, la realidad es una sola.
Este es un país dividido.
La sensación es de apoyo al gobierno, o un rechazo tan contundente que rayana el odio.

¿Qué necesitamos para sentirnos unidos?

¿Deseamos una guerra civil? ¿Esta violencia coronará con cacería de ladrones? ¿Linchamientos públicos? ¿Disparos y violencia de una guerra de guerrillas?

Tal vez sí.

Tal vez no.

Considero que no, pero esto es algo que solo el tiempo comprobará.

Es una pena. Una verdadera pena.

Este es un buen momento para preguntarnos: ¿Qué significa la bandera? ¿Qué significa el himno? ¿Qué significan los símbolos patrios?

¿Hay patria realmente?

¿O solamente existen equipos de fútbol masculino? 


Piénsenlo detenidamente. 

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