La paloma se movió con cautela,
gateando cuidadosamente por las rampas que conectaban los estratos más elevados
de los nidos. El eco de algo que no podía identificar llenaba el aire, algo
agradable que no sabía que era ni porqué llenaba sus ojos de agua.
Sus pies heridos envueltos en
vendas, se movieron cuidadosamente entre las plantas que rodeaban los puentes.
Varios nidos se encontraban conectados, y aunque no podía ver a ningún buitre,
seguramente había trampas rodeando el lugar. Pero aún sabiendo del peligro al
que se exponía, la pequeña siguió avanzando con aire decidido.
La noche anterior su nido había
sido atacado por buitres, y ahora quedaba sólo ella. Sus opciones eran
limitadas, y aunque no sentía pena por la perdida, se sentía algo cansada.
Aquél sonido era agradable, y nunca antes lo había percibido. Su antiguo nido
quedaba lejos.
Finalmente llegó a una pequeña
rampa de madera que llevaba a pisos más elevados, y siguiendo el sonido avanzó
con cautela. No había detectado trampas, por lo que no estaba segura de qué era
lo que pasaba. Seguramente ese sonido sería una emboscada, sin embargo sus
opciones eran limitadas.
En cuclillas avanzó hasta quedar
bajo un hueco, y con su cuchillo en mano, se asomó para observar. La apertura
era lo suficientemente amplia como para que un adulto entrase sin problemas y
del otro lado se observaba una larga galería techada. En el suelo, con ojos
cerrados y envuelta en harapos, se encontraba una urraca que abrazaba un objeto
extraño.
La paloma frunció el ceño, sin
comprender porqué una urraca acariciaría un objeto como si se tratase de su pichón.
No obstante, aquél objeto parecía cantar con cada caricia de la urraca. ¿Qué
era aquella cosa? ¿Estaba viva?
Distraída como se encontraba, no
sintió la presencia detrás de ella hasta que fue muy tarde. Una mano tomó su
muñeca, quitándole el cuchillo, y otra mano más fuerte le tomó por la nuca,
reduciendo toda posibilidad de resistencia. Se quejó sin poder evitarlo, y el
eco del objeto se detuvo, interrumpido tan abruptamente que sonó molesto.
-¿Visitas? –Llamó la urraca, su
voz un tanto gastada por los años.
-Una paloma perdida. –Respondió una
voz masculina que correspondía a las manos que ahora la sostenían. La paloma se
quejó, sacudiéndose, pero aún así no dijo palabra. –Creo que tu canción la
llamó.
-No seas cruel Luthier. Tráela. –Ordenó
la urraca. Y la paloma se sintió arrastrada por el cuervo. La paloma había
elegido el peor nido posible para aterrizar.
-Es una suerte que la encontré
yo, y no alguno de los otros. Sabes que son sobreprotectores. –Comentó el cuervo
con un suspiro. Dejó a la paloma caer frente a la urraca, y la pequeña miró a
su contraparte con desconfianza.
-Dime pequeña, ¿qué te trajo
hasta aquí? –Preguntó la urraca con mirada calma y sonrisa suave. La paloma
desvió los ojos momentáneamente al objeto en las manos de la urraca, pero no
dijo nada. La mayor, notó la mirada y sonrió, inclinó el objeto hacia la mejor
y levemente dejó un pulgar acariciar uno de los cables del objeto. Un leve
sonido invadió el aire, y la paloma abrió los ojos como platos. Se encontraba
maravillada, pero no estaba inclinada a expresarse. –¿Será que te llamó la
canción?
La paloma le observó sin
comprender, frunciendo el ceño y mirándola con insistencia. Sus labios formaron
una línea tensa y observó de reojo como otros pájaros llenaban la galería.
-¿Otro pájaro siguió la canción? –Preguntó
una grulla que caminaba elegantemente. En su espalda colgaba un objeto similar
al que estaba en las manos de la urraca. –¿No se trata de una de las palomas?
¿No fueron atacadas anoche?
-Los buitres arrasaron con todo. –Respondió
un águila mientras alzaba los hombros. –Esta paloma voló lejos hasta llegar
aquí.
-Arpegio, eso fue suficiente. Muestra
consideración. –Dijo el Cuervo, quién caminó a la sala e hizo un gesto para que
le siguiesen. –Hay buitres rondando, así que esta es una oportunidad perfecta
para hacer cuerdas nuevas.
Varios pájaros sonrieron ante
esto, un par de gorriones y palomas mostraron grandes sonrisas y salieron
corriendo siguiendo al Cuervo. Las grullas y las águilas, le siguieron en un
andar más decidido y con expresiones que iban desde seguridad absoluta a temor
y resignación.
La urraca llamó la atención de la
paloma con un leve golpe al objeto, el cual hizo un sonido seco pero no
desagradable. –Dime paloma, ¿tienes nombre? –Preguntó con suavidad. Y la menor
solo inclinó la cabeza sin comprender la pregunta. –Ah, comprendo. Bien paloma,
este es mi hogar. Mi nombre es Música. Y los pajaros que has visto son mi
familia. –Guardó silencio unos instantes. –Dime paloma, ¿te gustaría aprender a
tocar una canción?
La paloma continuaba sin
comprender, por lo que abrió la boca con inseguridad, tragando zon fuerza al
sentir la sed de su larga caminata. Sus pies picaban. –No sé... ¿Qué es nombre?
¿Qué es canción? ¿Que es esa... cosa? –Señaló al objeto. –¿Por qué habla? ¿Está
vivo?
Una sonrisa se formó en el rostro
de Música.
-Todas buenas preguntas. Ven
pequeña, esta urraca te enseñará muchas cosas. Un nombre, es cómo se conoce a
alguien. Mi nombre es Música... Y tú nombre... Sí... Tu nombre será Melodía. –La
urraca sonrió, extendiendo una mano a la paloma. –Ven Melodía, tienes mucho que
aprender. Luthier te ayudará a encontrar un buen instrumento.
La paloma, Melodía, le siguió con
cautela, insegura y sin comprender del todo. Pero ya se había resignado a
aquella vida confusa.
Era mejor que ser comida por los
buitres.
Overgrown City |
Nota: No he podido encontrar al autor original de esta imagen. Si alguien conocimiento del autor original, por favor deje un comentario. Quisiera poder entregar el crédito dónde es merecido. Apoyémonos entre autores. Gracias.
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