domingo, 12 de julio de 2015

Sin Final




Cuando el sol estalló, lo poco que quedaba de la raza humana terminó por extinguirse. Solo un gran agujero negro acalló el rincón de la galaxia en la que los seres humanos alguna vez existieron. Pero no por ello todo estuvo perdido.

Siempre resultó altamente curioso para las entidades más evolucionadas, cómo los seres humanos parecían mantener la ridícula creencia de que en toda la extensión del universo eran los únicos seres que ocupaban el plano. Sin embargo en las largas observaciones de milenios luz, apenas segundos en los relojes de los observadores, se comprendió que estos seres eran particularmente egocéntricos. Centrados en si mismos, y por lo tanto, con una firme tendencia a pelear entre sí por diferencias primitivas como color de piel o su rol marcado por sus capacidades reproductivas.

Algunos de los miembros del comité de la galaxia se sentían particularmente horrorizados ante la capacidad de crueldad de estos seres entre sí. Específicamente ya que servía de recordatorio de lo mucho que se debía de atravesar para encontrar algo similar a una armonía universal.

Cuando los humanos comenzaron a expandirse por el espacio, fue el resultado de milenios de trabajo, y cerca del final, se trató de una clara desesperación al finalmente caer en cuenta de cómo se habían dedicado a destruir su propia fuente de alimento. Su planeta colapsaba, y cerca del final de sus días, los recursos no habían sido los suficientes como para mantenerse a flote.

La humanidad desapareció mucho antes de la destrucción de su planeta, y fueron millares de siglos luz antes de que el sol finalmente decidiese dar por fin a esa sinfonía sin testigos.

Es por tanto, frente a este nacimiento y defunción de una raza curiosa y con tanto potencial, que el proyecto de revitalización fue llevado a cabo.

Encontrar muestras de material biológico, salvaguardarlo y posteriormente cultivarlo para reconstituir una raza entera, no era algo complicado para las entidades más avanzadas del universo aproximado. Cada una de las entidades involucradas deseaba participar de alguna forma, ya que los humanos parecían niños que se habían criado sin un padre, lo que les había llevado a una autodestrucción completa.

Los humanos, en su nuevo estado restituido, se aproximaban a la imagen de cachorros recién nacidos llenos de curiosidad. Bajo enseñanzas y guías de otro tipo, sus ataques de rebeldía eran fácilmente sometidos. E incluso aquellos cachorros particularmente violentos, como tratarse de psicopatas y otras derivaciones de mentes con otras facultades y fijaciones, eran estudiados como curiosidades. Y poco a poco se fue comprendiendo que estas facetas de la humanidad eran el resultado de un control natural en el que los propios humanos reducían sus números. Depredadores entre Depredadores.

Pero por todo lo que se le han brindado a estos humanos restaurados, se sabe que su naturaleza rebelde les llevará a luchar contra sus creadores. Y por ello serán depositados en nuevos planetas, y tal vez, si han de aprender como es debido, no cometerán los mismos errores.

La primera regla del universo de opuestos, es que no se puede avanzar en la ciencia en pos del confort sacrificando el mundo en el que se habita.

El experimento humano se ha reiniciado en varias ocasiones, pero esta entidad, no ha perdido la esperanza todavía. 




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