Pequeña cueva en dónde plasmo mis delirios. A veces en español, a veces en inglés. Escritos, usualmente inspirados por imágenes o música. Historias auto-conclusivas, o incluso historias más grandes que pueden llegar a crecer. Comentarios son bien recibidos. Muchas gracias por su tiempo, y disfrute su estadía.
El siguiente trabajo, el cual difiere enormemente del objetivo general de este blog, corresponde al trabajo práctico integrador de los conceptos abarcados en la cátedra de Fuentes y Servicios de la Información 2 de la Escuela de Bibliotecología y Documentación - Facultad de Filosofía y Humanidades, de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).
Esta bibliografía se encarga de recopilar la vida y obra del reconocido actor y personalidad Clint Eastwood, en sus diversos trabajos y manifestaciones.
Debido al formato del archivo y su tipo de diseño, se ha elegido mantener el mismo en un archivo de Google Drive para ser accedido sin inconvenientes. Espero que las diversas personas que tengan acceso a este trabajo puedan disfrutar del mismo, y a su vez compartirlo.
“In a place where light does not reach, a palace of crystal rises.”
This is a myth everyone has heard, on way or another.
A lost city, the peak of human society, which drowned into the depths of the abyss. The citadel of many names that has always been present in the minds and hearts of adventurers. No one knows what lies there. Many have looked for this fairytale. Some think of great treasure; others think only of making a name for themselves once by being the first to find it.
Children’s daydreams.
Many think of being the hero to give voice to and name to this legend.
But the truth behind, is simple.
The city does not want to be found.
Or more accurately, the citizens of this palace, do not want to be disturbed.
They sleep, and they have guardians that watch over them.
It all comes down to the mistakes of a Knight, the sadness of a sorcerer, and the promise of a second chance.
The king, as many men of that position, was betrayed because of hunger for power. The knight, blinded by his love of his general, forgot of his promises to his liege. And the Sorcerer was unable to directly interfere, hindered by the nature of his gift.
When the King fell, all hell broke loose.
The wounded knight could only watch as the drama unfolded in front of him. The general and son to the king, corrupted by his hunger, finally committed the expected deed. Everyone was expecting it, except for those blinded by love.
And even as the Old King closed his eyes, he had already forgiven his child. However, his knight could not easily forgive. And in what was a tragedy unfolding in three steps, the New King fell.
Blood and tears were what remained in the throne room. And finally, when everything was said and done, only then did the Sorcerer took it upon himself to act.
"The life that has left so unjustly can be saved. So in this, I command you, pitiful knight. Forever watch your master sleep, until the day comes that his soul shall return to you. Then, and only then, will the city awaken once more. But until that time comes, you must rend; slaugther and devour your enemies.
There is no other choice, if you wish to atone for your sin."
And the knight, unable or perhaps unwilling to let go of the pain and guilt, accepted.
He remains forever watchfull of the people of the palace. Guarding, like a vicious beast, the remains the glorious tomb on his people. Only in company with the other knights, under the watchful gaze of the sorcerer, he remains. The black knight of fairytale, waiting for his king's return.
Cuando el domo finalmente colapsó,
lo único que Unid podía pensar era en lo tonta que había sido.
Recordaba aquél momento como un
sueño. El brillo de las luces artificiales sobre su cabeza reflejándose
cálidamente en los árboles y plantas del bosque artificial que unía varias
viviendas dentro del domo mayor. Su madre se encontraba hablando con Nain, el
joven oficial que se encontraba de visita desde el puesto de comando central.
La hermana de Unid, Diena, se encontraba en la silla de ruedas contemplando con
ojos vacíos el césped.
La voz de su progenitora le había
taladrado el cerebro. Se encontraba en aquella etapa de su vida en la que todo
cuando su madre dijese le provocaba rechazo y hasta una leve sensación de odio
e incomodidad. Recordaba el ardor de las lágrimas contenidas mientras que
cerraba los puños y apretaba los dientes, el peso de la mirada de Nain, el eco
de un estruendo creciendo en sus oídos, y finalmente las palabras que habían escapado
de su boca.
“En lugar de estar orgullosa de mí por ser tan buena cuidadora, ¿porqué
no cuidas tú a tu hija?”
Oh, su madre se había horrorizado
tanto ante la falta de respeto. Ante el reclamo su hija de 15 años que debía de
cuidar de su hermana menor con deficiencias físicas y mentales. Todo esto
frente a los ojos de un representante del Orden. Completamente irrespetuoso y
avergonzante. Sin embargo Unid sentía que Nain comprendía, porque el mismo
Orden había impuesto la existencia de personas como Diena en todas las
familias. Una lección en... humildad.
O eso decían.
Su mejilla se había enrojecido
por la bofetada que había recibido, y el rostro de la mayor estaba
centelleante, completamente lleno de furia y humillación. Unid, había sentido
cierta satisfacción ante esa expresión. Y aunque Diena vivía en otro mundo
dentro de su propia mente, la joven pensaba que su hermana comprendía todo
ello. Comprendía el peso que ambas compartían y que el adulto responsable evadía al alejarse
de ellas.
Desde el interior de la vivienda
Unid había escuchado los gritos de Tuel, hermana menor de su mejor amigo Druei.
La manta que solía cubrir las piernas atrofiadas de la joven estaba en el
suelo, y Tuel se impulsaba hacia afuera de manera furiosa, lágrimas impotentes
en su rostro. A diferencia de Diena, Tuel era perfectamente consciente en todo
momento del peso que le había tocado. Si había alguien que odiase más la “lección
de humildad” que Unid, era ella. Druei
le seguía con paso tranquilo, su expresión casi neutra ante los berrinches de
su hermana, y la joven solo podía sentir un poco de celos ante la compostura
que el contrario mantenía.
Todos ellos se encontraban juntos
cuando las luces artificiales se sacudieron de manera casi imperceptible. Un
leve momento de oscurecimiento antes de regresar al brillo normal programado.
Pero Unid, con la cabeza en su
propia situación y no en su entorno, sólo pensaba en escapar de la mirada de recriminación y de
sus responsabilidades.
Antes de que se diese cuenta, se
había echado a correr. La humillación de la censura de su madre, la mirada
vacía de Diena, y los ojos huecos de Druei le habían dejado impactada e incapaz
de procesar la situación. Y al correr, sus pies le habían llevado a internarse
en el bosque artificial. En algún lugar de su mente, pensaba en que simplemente
una noche lejos de casa le haría bien. Algo que le permitiese aclarar sus
pensamientos sin tener que lidiar con el choque de personalidades en su hogar.
Además de que sentía una extraña satisfacción al obligar a aquella mujer a
hacerse cargo de su otra hija.
Nain le había seguido, y
vagamente los gritos de Druei le habían seguido como el eco de un fantasma.
Pero fue en ese momento en el que
la represa que administraba el flujo del río que alimentaba el bosque, se había
roto. El agua comenzó a arrastrar todo a su paso, y debido a la estructura del
lugar, la corriente llevaba al centro del domo. Las luces fallaban con cada vez
más frecuencia hasta que sólo las bengalas de emergencia habían permanecido
activadas. El eco de gritos y el murmullo de una gran corriente de agua retumbaban
por todas las paredes del domo.
El oficial le había tomado de la
mano, y ambos habían comenzado una loca carrera en la que buscaban refugio en
uno de los puestos de avanzada cerca del centro de comando. Los pocos animales
que habían sido creados y criados en aquél domo se movían completamente
desorientados, y un cabrito comenzó a seguirlos, como si estuviese buscando
refugio en las figuras humanas conocidas.
El techo del domo parecía
resquebrajarse, provocando que una delgada lluvia comenzase a caer, lo que creó
mayor pánico dentro de la cúpula.
Al llegar al refugio, el agua
llegaba hasta la mitad de sus piernas y amenazaba con arrastrarles. Unid tomó
al animal en brazos, y lo llevó casi sin pensarlo. Cerraron las compuertas con
manotazos casi confusos, la mitad del refugio se encontraba inundado, y del
otro lado el agua golpeaba las paredes. Un vidrio reforzado separaba parte de
la estación de comando del lugar en el que ella y su acompañante se
encontraban. En las cámaras, se veía como el agua arrasaba con todo, y cada vez
más compuertas y segmentos del domo eran aislados para evitar una pérdida
completa.
Aquella noche, Unid durmió presa
de la culpa y la vergüenza. Nain no dijo nada en ningún momento, simplemente
ofreciéndole algo de calor mientras el mundo que conocían de derrumbaba.
It's a funny question. Something that one avoids to think about, or that you think about too much. And this question did put me in a bit of a conundrum.
Regret is such an ugly thing. A dead weight we carry on our shoulders like a burden. We cannot let it go because, in a way, it defines us. At some point, we start to look into everything we do while still thinking of the regret we might fear. Like a chain around our neck, we grow used to it. Until we finally even forget it's presence until it's time to make a decision.
And when we finally are able to free ourselves of it, we can still recall it. Like a phantom limb.
When I think of regrets, I think of this. Of the weight of past decisions and the hopelesness of not being able to change those things. The funny thing is, we always regret the most silly things.
"I wish I would have said something else."
"I shouldn't have done that."
"I wish I wouldn't have listened to that person."
Shouldn't and wouldn't, are always there. Like nails on a coffin for our heart. We fear, we feel remorse, we feel guilt, we regret. What a funny word that holds so many meanings. And yet, not any of the synonims will completely encompass what it actually means to a person.
There's even a little hate to it.
We hate ourselves a little bit.
For not being able to let go.
For being "stupid".
For "caring too much".
For being "insensitive".
What a sad little word.
But I also think that things are not so bad. It might seem like a hopeless situation, and maybe it is. And yet, because I still live, I can make it better.
As long as I am alive, there are things I can change.
Past has come and gone, and sometimes you'll find that "the ship has already set sail". That, cannot be changed. Regret will leave a wound. A small token of what was and will never be. A scar that will change your view on friendships, love, family, even the future at large.
And here, we all must learn to let go of that weight. Change what you can change, and try to find happiness.
In a little town in the middle of nowhere,
there used to be a great family of toymakers. Dolls with porcelain hands,
soldiers with lead little rifles, small trains made of wood, animals made with
the softest fabric, and lovely mobiles for the newborns. Little music boxes
along with singing birds adorned the window of their store. And every day
children and adults would visit them with new ideas to help them create new and
wonderful toys.
The Grandfather would work on the fine
mechanisms inside the toys hearts. Giving them ticking hearts that would
flutter full of life and laughter. Grandmother dressed them with the prettiest
fabric she could find, something acting as if she was taking suggestions from
the toys themselves. Mother liked to pain their eyes, and sometimes she would
take some pretty stones and use them to give them shiny accessories for the
toys to wear. And the Father would go through great lengths to make the best
bodies for the little toys. In porcelain or wood or lead, he would always spend
entire days trying to create the best toy he could ever make.
“I give them life so other children can laugh and grow full of hope”, he
would say while ruffling his little boys hair.
The son, the little boy with a big smile a
sharp mind and the hands of a tinker, would spend all his time trying to learn
from his family. And his first toy, was a doll with the shape of a boy with
hair blue as the see and eyes red as a ruby. He named his doll “Serge”, much to the surprise of the family.
“Where did you get such a name?” his mother asked, surprised and
confused.
“He said he liked that name.” The boy replied, much to the amusement of
the adults in the room.
From that moment on, the boy never stopped
helping and making dolls alongside his family, naming each with new and
different names that raised eyebrows among the family and customers of the
store. He even worked in a white rabbit dressed as a fine gentleman, holding a
cane and a top hat.
“This is Li Bai” he would say. And by that time, everyone would simply
smile and nod, introducing themselves to the toys as if they were other people.
Overall, it was a fun time for both family and township.
But then, as life spins and takes as much as it
gives, and accident struck.
“Accidental fire” whispered hushed voices around town. But at an even
darker corner of the mind, “arson”was the word
that chased the little boy ever since.
He didn'tremember much from that night.
Only the sudden smell of smoke, the screams of
his family trying to put off the fire before the roof caved in, and the
laughter of a group of drunkards on the side of the street.
He lost everything that night, his family, his
dreams, his voice, even his priced first doll. At the dawn of the next day, he
walked through the wreckage in hopes of finding anything. The town folk
remained silent, and the local police could only lock the culprits for one
night. They were innocent of ill intent, merely drunken fools that would regret
their actions for the rest of their lives.
But the little boy only looked at their faces.
Memorized everything about them, and gave them no word of absolution. He
disappeared, along with his dolls, and that family was forgotten. A nameless
tragedy that only a few children remembered by hugging the toys that they had
made for them.
But this little boy, this little dollmaker, did
not forget.
And later, a long time later, he came back for
revenge.
El sonido de las olas, era como
un llamado susurrante que siempre le calmaba. Ese murmullo constante de
movimiento, y el eco de las gaviotas cantar mientras sobrevolaban el
acantilado, llenaban su pecho con una sensación de paz que no podía conseguir
rodeada de otras personas. Había algo en aquél lugar en especial que le hacía
sentir como en casa, pies descalzos enterrados en la arena, el cielo
extendiéndose sobre su cabeza, y el mar cubriendo la inmensidad frente a sus
ojos.
Siempre le había fascinado como
aquél azul se extendía alrededor del mundo. Como el mar era de aquél color sólo
porque reflejaba el cielo. El concepto de perderse en aquél completo azul no le
asustaba, sino que al contrario, le hacía sentir parte de algo más basto y
simple. Era una sensación opuesta a la que le provocaba el sonido blanco del
movimiento de la ciudad. El estruendo de automóviles; bocinas; gritos; sirenas;
etc., se propagaba por las paredes del callejón de su departamento, le daba
deseos de taparse los oídos.
La ahogaban.
Qué irónico.
Dejó las sandalias en un tronco
un tanto alejado, y soltando su cabello del rodete que lo sostenía, dejó que la
brisa con aroma salado del mar invadiese sus sentidos. Sus pantalones de
pescador color crema, dejaban sus tobillos expuestos, y su blusa negra de
mangas largas le daban un poco de calor en medio de la brisa. Elevó la mirada, y se dejó caer
de espaldas, observando con aire ausente el movimiento de las gaviotas sobre su
cabeza. La pequeña playa se encontraba extrañamente vacía ese día. El cielo
estaba parcialmente nublado, y a la distancia nubes grises amenazaban con una
lluvia que llegaría pronto.
Un leve murmullo se le escapó, un
tarareo sin sentido que usualmente repetía cuando se sentía particularmente
cansada. Había trabajado hasta tarde en la clínica veterinaria, y aunque amaba
los animales, necesitaba un poco de tiempo para sí misma. Cerró los ojos, y
suspirando, continúo disfrutando el movimiento del aire y la calma que le
causaba ese lugar. Sus oídos se llenaron de la
resonancia familiar del mar, y eventualmente fue como si no hubiese nada en su
mente. No había pensamientos, ni preocupaciones, ni la presión del tiempo y sus
responsabilidades. Lentamente su canturreo fue apagándose, hasta que incluso el
esfuerzo por emitir esa vibración era demasiado pesado para ella.
No pudo medir cuanto tiempo había
transcurrido, pero vagamente tuvo la impresión de que se había quedado dormida.
El cielo se había oscurecido un poco, y el viento ganaba fuerza con cada
instante en las que esas nubes se acercaban a la costa. Se movió repentinamente, tomando
asiento desorientada y llena de adrenalina. Se sentía observada. Su corazón se agitaba
alocadamente en su pecho. Con ojos desorbitados y algo desenfocados tras la
transición de la luz, se posaron en el mar, notando algo que se movía con la
corriente.
La marea se agitaba con cada vez
más fuerza, y era claro que una tormenta se acercaba. Pero aquello que había
llamado su atención, no parecía tratarse de una balsa o basura flotando en
medio de la nada. Sacudió sus cabellos cortos, y
poniéndose de pie, caminó hasta la orilla, tratando de divisar que era aquello
que flotaba a la deriva. Apretó los labios, preocupada. Tal vez era una
tontería, pero aquello parecía una persona. Y no le agradaba para nada la
noción de que se tratase de un cadáver.
Dudó unos instantes más, pensando
en correr hasta el bolso a tomar su teléfono y llamar a la guardia costera.
Pero la forma repentina en la que esa... persona se sacudió, le hizo saltar de
sorpresa y temor.
Sin pensar mucho, entró al agua
helada, moviendo los brazos y piernas en arcos perfectos de una persona que ama
nadar. La adrenalina le ayudaba a moverse con más seguridad a pesar de que el océano
parecía particularmente encaprichado en no dejar escapar a aquella persona.
Ahora podía verle tratar de mantenerse a flote, un hombre que movía los brazos
cansadamente.
Llegó a ella y la tomó por la
cintura, tratando de llevarla a la orilla a pesar de que el agua le jugaba en
contra. El hombre, parecía comprender sus intenciones a pesar de su
desorientación, pataleaba para ayudarle. Era claro que por su peso, ella no
podría llevar a ambos. Trabajaron conjuntamente, en la medida que se podía.
Pero ella pudo admitir que sus ojos se llenaron de lágrimas aliviadas y sus
manos temblaban cuando pudo sentir la arena bajo sus pies. Estaban a salvo.
Llevó al hombre todo lo que pudo,
finalmente dejándolo caer de costado en la arena, movimiento que ella imitó al
caer de rodillas. Jadeó con fuerza, tratando de que sus pulmones cansados
trabajasen a pesar del frío y del cansancio. Miró de reojo al hombre, y lo
encontró en posición fetal, tosiendo.
Con cautela, apoyó una mano en su
espalda, frotando para que expulsase el líquido que llenaba sus pulmones.
-¿Estás bien? Pediré ayuda, solo
mantén la calma. –Le dijo ella mientras que caminaba tambaleante hasta su
bolso. Marcó el teléfono de la guardia costera y se acercó al hombre. Tratando
de dar todos los datos posibles de su ubicación mientras que continuaba los movimientos de su mano en la espalda ajena. Su cabello era largo y negro, ahora lleno de arena y con
algo que parecía sospechosamente un alga.
El hombre emitió un sonido, casi
un gemido y vomitó una cantidad importante de agua salada. Rápidamente dejó el teléfono de lado concentrándose en el contrario. Vagamente entre la adrenalina y la histeria de la situación. notó la desnudez
del contrario.
-Despacio. Despacio. La ayuda
está en camino.- Dijo con la suavidad practicada de tiempo de trabajar con
heridos. No había mucha diferencia entre la necesidad básica de afecto de un
humano y la de un animal. –Eso es, despacio. ¿Puedes hablar? ¿Puedes decirme tu
nombre? –Preguntó con suavidad, sin deseos de presionarle, pero con demasiadas
preguntas en mente.
Entre la mar de cabellos negros,
labios finos que jadeaban mostraron hileras de perfectos dientes blancos, un
ojo color azulado le miró entrecerrado. Escuchó un susurro de: “No lo sé”, y el
hombre cayó inconsciente.
Pasmada, y en pánico, sólo pudo
pensar: “Pues... Rayos...”
La paloma se movió con cautela,
gateando cuidadosamente por las rampas que conectaban los estratos más elevados
de los nidos. El eco de algo que no podía identificar llenaba el aire, algo
agradable que no sabía que era ni porqué llenaba sus ojos de agua.
Sus pies heridos envueltos en
vendas, se movieron cuidadosamente entre las plantas que rodeaban los puentes.
Varios nidos se encontraban conectados, y aunque no podía ver a ningún buitre,
seguramente había trampas rodeando el lugar. Pero aún sabiendo del peligro al
que se exponía, la pequeña siguió avanzando con aire decidido.
La noche anterior su nido había
sido atacado por buitres, y ahora quedaba sólo ella. Sus opciones eran
limitadas, y aunque no sentía pena por la perdida, se sentía algo cansada.
Aquél sonido era agradable, y nunca antes lo había percibido. Su antiguo nido
quedaba lejos.
Finalmente llegó a una pequeña
rampa de madera que llevaba a pisos más elevados, y siguiendo el sonido avanzó
con cautela. No había detectado trampas, por lo que no estaba segura de qué era
lo que pasaba. Seguramente ese sonido sería una emboscada, sin embargo sus
opciones eran limitadas.
En cuclillas avanzó hasta quedar
bajo un hueco, y con su cuchillo en mano, se asomó para observar. La apertura
era lo suficientemente amplia como para que un adulto entrase sin problemas y
del otro lado se observaba una larga galería techada. En el suelo, con ojos
cerrados y envuelta en harapos, se encontraba una urraca que abrazaba un objeto
extraño.
La paloma frunció el ceño, sin
comprender porqué una urraca acariciaría un objeto como si se tratase de su pichón.
No obstante, aquél objeto parecía cantar con cada caricia de la urraca. ¿Qué
era aquella cosa? ¿Estaba viva?
Distraída como se encontraba, no
sintió la presencia detrás de ella hasta que fue muy tarde. Una mano tomó su
muñeca, quitándole el cuchillo, y otra mano más fuerte le tomó por la nuca,
reduciendo toda posibilidad de resistencia. Se quejó sin poder evitarlo, y el
eco del objeto se detuvo, interrumpido tan abruptamente que sonó molesto.
-¿Visitas? –Llamó la urraca, su
voz un tanto gastada por los años.
-Una paloma perdida. –Respondió una
voz masculina que correspondía a las manos que ahora la sostenían. La paloma se
quejó, sacudiéndose, pero aún así no dijo palabra. –Creo que tu canción la
llamó.
-No seas cruel Luthier. Tráela. –Ordenó
la urraca. Y la paloma se sintió arrastrada por el cuervo. La paloma había
elegido el peor nido posible para aterrizar.
-Es una suerte que la encontré
yo, y no alguno de los otros. Sabes que son sobreprotectores. –Comentó el cuervo
con un suspiro. Dejó a la paloma caer frente a la urraca, y la pequeña miró a
su contraparte con desconfianza.
-Dime pequeña, ¿qué te trajo
hasta aquí? –Preguntó la urraca con mirada calma y sonrisa suave. La paloma
desvió los ojos momentáneamente al objeto en las manos de la urraca, pero no
dijo nada. La mayor, notó la mirada y sonrió, inclinó el objeto hacia la mejor
y levemente dejó un pulgar acariciar uno de los cables del objeto. Un leve
sonido invadió el aire, y la paloma abrió los ojos como platos. Se encontraba
maravillada, pero no estaba inclinada a expresarse. –¿Será que te llamó la
canción?
La paloma le observó sin
comprender, frunciendo el ceño y mirándola con insistencia. Sus labios formaron
una línea tensa y observó de reojo como otros pájaros llenaban la galería.
-¿Otro pájaro siguió la canción? –Preguntó
una grulla que caminaba elegantemente. En su espalda colgaba un objeto similar
al que estaba en las manos de la urraca. –¿No se trata de una de las palomas?
¿No fueron atacadas anoche?
-Los buitres arrasaron con todo. –Respondió
un águila mientras alzaba los hombros. –Esta paloma voló lejos hasta llegar
aquí.
-Arpegio, eso fue suficiente. Muestra
consideración. –Dijo el Cuervo, quién caminó a la sala e hizo un gesto para que
le siguiesen. –Hay buitres rondando, así que esta es una oportunidad perfecta
para hacer cuerdas nuevas.
Varios pájaros sonrieron ante
esto, un par de gorriones y palomas mostraron grandes sonrisas y salieron
corriendo siguiendo al Cuervo. Las grullas y las águilas, le siguieron en un
andar más decidido y con expresiones que iban desde seguridad absoluta a temor
y resignación.
La urraca llamó la atención de la
paloma con un leve golpe al objeto, el cual hizo un sonido seco pero no
desagradable. –Dime paloma, ¿tienes nombre? –Preguntó con suavidad. Y la menor
solo inclinó la cabeza sin comprender la pregunta. –Ah, comprendo. Bien paloma,
este es mi hogar. Mi nombre es Música. Y los pajaros que has visto son mi
familia. –Guardó silencio unos instantes. –Dime paloma, ¿te gustaría aprender a
tocar una canción?
La paloma continuaba sin
comprender, por lo que abrió la boca con inseguridad, tragando zon fuerza al
sentir la sed de su larga caminata. Sus pies picaban. –No sé... ¿Qué es nombre?
¿Qué es canción? ¿Que es esa... cosa? –Señaló al objeto. –¿Por qué habla? ¿Está
vivo?
Una sonrisa se formó en el rostro
de Música.
-Todas buenas preguntas. Ven
pequeña, esta urraca te enseñará muchas cosas. Un nombre, es cómo se conoce a
alguien. Mi nombre es Música... Y tú nombre... Sí... Tu nombre será Melodía. –La
urraca sonrió, extendiendo una mano a la paloma. –Ven Melodía, tienes mucho que
aprender. Luthier te ayudará a encontrar un buen instrumento.
La paloma, Melodía, le siguió con
cautela, insegura y sin comprender del todo. Pero ya se había resignado a
aquella vida confusa.
Era mejor que ser comida por los
buitres.
Overgrown City
Nota: No he podido encontrar al autor original de esta imagen. Si alguien conocimiento del autor original, por favor deje un comentario. Quisiera poder entregar el crédito dónde es merecido. Apoyémonos entre autores. Gracias.