sábado, 4 de mayo de 2013

Ejercicio: Carta y Subterfugio


Madre,
            ¿Cómo has estado? ¿Han mejorado tus dolores? Espero te encuentres bien. Extraño nuestras tardes sentados frente a la chimenea mientras discutíamos. Este viaje me ha  enseñado cosas nuevas y maravillosas. Sin embargo, extraño el calor del hogar. 

            Las costumbres de este país siguen causándome confusión. Incluso podría comparar las actitudes de estas personas con las de esclavos del sur, pero eso no terminaría de explicar todo lo que mis ojos ven. No hay nobleza, no en el sentido estricto de la palabra. La Reina y sus hijos llevan el orden de su territorio, pero es claro que estas personas fueron entrenadas y criadas con el objetivo específico de liderar y de cuidar de sus súbditos. Es distinto a nuestro querido país. Tengo entendido que en cualquier momento un primo lejano o pariente no directo podría asumir el trono. Son las capacidades las que dictar al gobernante, no otra cosa. 

            No he visto mucha pobreza. Los pocos mendigos que he visto son aquellas víctimas de enfermedades o de accidentes que ya no pueden cuidarse de sí mismos. Y aún a pesar de esas dificultades, realizan trabajos menores por hospedaje y alimento. Son imágenes extrañas a mis ojos. Incluso me han comentado que la realeza, el príncipe específicamente, recibe a todos sus súbditos indistintamente (claro, solo si se justifica su intervención). No he tenido la oportunidad de corroborar este dato. La familia real mantiene un círculo muy cerrado. Me es extraño ser emisario y no tener que correr detrás de audiencias con señores importantes. Mi misión sigue en pie, al menos eso me queda.

            Pero, ¿no te parece curioso madre? ¡Cualquier persona podría acercarse a la realeza y atacarles! Pero no hay temor. No hay paranoia. No hay duda, y ni siquiera se considera la posibilidad de traición de su propia gente. Tal vez por eso es tan difícil ser escuchado por este reino. Los extranjeros no son bien vistos. Y he de decir, teniendo en cuenta lo que hemos escuchado del sur, tienen razón.

            Aunque admito que gran parte de esa confianza debe de provenir de la presencia de la propia guardia real. 

            ¿Recuerdas el capitán de la guardia? Creo haberlo nombrado en anteriores misivas. Su apariencia continúa generándome aversión y temor. Pero he de admitir que con el proceder del tiempo, dejando de lado las primeras impresiones, me he encontrado con más curiosidad que temor hacia su persona.
            Me he dedicado a observar su trato con otros vasallos y sirvientes. Es una continua sorpresa el respeto que esta persona genera sobre las personas en totalidad. Tradicionalmente diría que ese respeto se debe a su posición, al hecho de que se trata del guardián personal de la princesa. Sin embargo, si algo he aprendido en este corto tiempo, es que la princesa es capaz de defenderse contra cualquier tipo de enemigo. Después de todo, ella misma forma parte de la guardia (cosa que todavía no comprendo del todo, y no creo conseguir que se me sea explicado) Y esto me hace pensar, ¿por qué la necesidad de un hombre con semejante condición para velar por esta doncella guerrera?

            Tengo la impresión que este guardián sería capaz de luchar con los dientes si le fuese necesario. 

            Pero me estoy desviando de lo que deseaba comentarte. 

            Con justo motivo este país debería de temer a esta persona. Si las historias que giran en torno al líder de la guardia son ciertas, entonces no tengo otra opción que identificarle con una criatura salvaje. Una figura amenazante cuya mirada es capaz de imponer temor en el corazón de los más temerarios.

            Hasta este punto, esta persona no sería nada remarcable a mis ojos. Un matón más en la larga lista de personas de apariencia amenazante. Un truhán cuya existencia no sirve para nada más ni nada menos que ahuyentar a mosquitos molestos. Pero he aquí, madre, el motivo de mi interés. 

            Esta persona, es admirada. Respetada, escuchada y diría que incluso a pesar de sus falencias físicas e incapacidades es… venerada. 

            Nuevamente me remito a las historias que rondan a esta persona. Por un lado encontramos el coraje con el que ha enfrentado a sus enemigos a costa de su bienestar personal y sacrificando todo, incluso su integridad física. Por otro lado, encontramos al guardián; mejor amigo y posiblemente amante de la princesa. Y si he de creer las historias, comprendo que esta persona se ha convertido en una suerte de ícono para el romanticismo de este país. Nuestro estimado capitán de la guardia y protector personal de la princesa, ha llevado su deber de protector de la princesa a un extremo que me resulta sorprendente. Y más sorprendente aún, es el hecho de que la propia realeza le ha reconocido, y en lugar de rechazarlo le han elevado a un puesto que le permite ser casi… intocable diría. 

            Intocable.

            Es una buena palabra para describir a esta persona. La forma en la que la gente evade su paso, y aquellos que irrumpen en su camino buscan su reconocimiento, su mirada, su afecto. Siempre he cruzado miradas con esta persona y al sobreponerme al temor inicial, solo puedo observarle con curiosidad. 

            Es interesante que finalmente esta persona regrese mis miradas y me dedique asentimientos. No estoy seguro que he hecho para ganar el respeto de esta persona. Pero puede que se deba en parte a cierto encuentro casual en el que me encontraba enseñándoles a los hijos del cocinero de la corte a leer y escribir en nuestra lengua. 

            Sé que no te agrada mi llamado “trabajo de caridad” madre, pero me genera un gran placer moldear mentes jóvenes. Y este guardián de la princesa, aparentaba haber tomado con curiosidad mis actividades, observando desde las galerías de los jardines interiores de palacio mientras intentaba inventar juegos para motivar a los niños a aprender. No he tenido mucho éxito en lo que se refiere a la enseñanza, pero creo al menos haber ganado ese granito de respeto a los ojos de este gigante. 

            ¿Cometo un error madre? ¿Acaso me encuentro pensando demasiado en esta persona? ¿Será otra fijación ridícula mía? 

            Probablemente sea la curiosidad lo que me impulsa a desentrañar a esta persona. Su poder, su posición, el respeto que evoca, las leyendas que le rodean. ¿Te gustaría conocer más de esta persona? Pero, ah, el deber me llama. 

            Espero poder enviarte más correspondencia prontamente. Con suerte, estas reuniones verán su fin dentro de poco. La guerra, cuando llegue, será cruenta pero decisiva. 

            Cuídate.

            Con afecto,
Marcus

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