Madre,
¿Cómo has estado? ¿Han mejorado tus
dolores? Espero te encuentres bien. Extraño nuestras tardes sentados frente a la
chimenea mientras discutíamos. Este viaje me ha
enseñado cosas nuevas y maravillosas. Sin embargo, extraño el calor del
hogar.
Las costumbres de este país siguen
causándome confusión. Incluso podría comparar las actitudes de estas personas
con las de esclavos del sur, pero eso no terminaría de explicar todo lo que mis
ojos ven. No hay nobleza, no en el sentido estricto de la palabra. La Reina y
sus hijos llevan el orden de su territorio, pero es claro que estas personas
fueron entrenadas y criadas con el objetivo específico de liderar y de cuidar
de sus súbditos. Es distinto a nuestro querido país. Tengo entendido que en
cualquier momento un primo lejano o pariente no directo podría asumir el trono.
Son las capacidades las que dictar al gobernante, no otra cosa.
No he visto mucha pobreza. Los pocos
mendigos que he visto son aquellas víctimas de enfermedades o de accidentes que
ya no pueden cuidarse de sí mismos. Y aún a pesar de esas dificultades, realizan
trabajos menores por hospedaje y alimento. Son imágenes extrañas a mis ojos. Incluso
me han comentado que la realeza, el príncipe específicamente, recibe a todos
sus súbditos indistintamente (claro, solo si se justifica su intervención). No
he tenido la oportunidad de corroborar este dato. La familia real mantiene un
círculo muy cerrado. Me es extraño ser emisario y no tener que correr detrás de
audiencias con señores importantes. Mi misión sigue en pie, al menos eso me
queda.
Pero, ¿no te parece curioso madre?
¡Cualquier persona podría acercarse a la realeza y atacarles! Pero no hay
temor. No hay paranoia. No hay duda, y ni siquiera se considera la posibilidad
de traición de su propia gente. Tal vez por eso es tan difícil ser escuchado
por este reino. Los extranjeros no son bien vistos. Y he de decir, teniendo en
cuenta lo que hemos escuchado del sur, tienen razón.
Aunque admito que gran parte de esa
confianza debe de provenir de la presencia de la propia guardia real.
¿Recuerdas el capitán de la guardia?
Creo haberlo nombrado en anteriores misivas. Su apariencia continúa generándome
aversión y temor. Pero he de admitir que con el proceder del tiempo, dejando de
lado las primeras impresiones, me he encontrado con más curiosidad que temor
hacia su persona.
Me he dedicado a observar su trato
con otros vasallos y sirvientes. Es una continua sorpresa el respeto que esta
persona genera sobre las personas en totalidad. Tradicionalmente diría que ese
respeto se debe a su posición, al hecho de que se trata del guardián personal
de la princesa. Sin embargo, si algo he aprendido en este corto tiempo, es que
la princesa es capaz de defenderse contra cualquier tipo de enemigo. Después de
todo, ella misma forma parte de la guardia (cosa que todavía no comprendo del
todo, y no creo conseguir que se me sea explicado) Y esto me hace pensar, ¿por
qué la necesidad de un hombre con semejante condición para velar por esta
doncella guerrera?
Tengo la impresión que este guardián
sería capaz de luchar con los dientes si le fuese necesario.
Pero me estoy desviando de lo que
deseaba comentarte.
Con justo motivo este país debería
de temer a esta persona. Si las historias que giran en torno al líder de la
guardia son ciertas, entonces no tengo otra opción que identificarle con una
criatura salvaje. Una figura amenazante cuya mirada es capaz de imponer temor
en el corazón de los más temerarios.
Hasta este punto, esta persona no
sería nada remarcable a mis ojos. Un matón más en la larga lista de personas de
apariencia amenazante. Un truhán cuya existencia no sirve para nada más ni nada
menos que ahuyentar a mosquitos molestos. Pero he aquí, madre, el motivo de mi
interés.
Esta persona, es admirada.
Respetada, escuchada y diría que incluso a pesar de sus falencias físicas e
incapacidades es… venerada.
Nuevamente me remito a las historias
que rondan a esta persona. Por un lado encontramos el coraje con el que ha
enfrentado a sus enemigos a costa de su bienestar personal y sacrificando todo,
incluso su integridad física. Por otro lado, encontramos al guardián; mejor
amigo y posiblemente amante de la
princesa. Y si he de creer las historias, comprendo que esta persona se ha
convertido en una suerte de ícono para el romanticismo de este país. Nuestro
estimado capitán de la guardia y protector personal de la princesa, ha llevado
su deber de protector de la princesa a un extremo que me resulta sorprendente.
Y más sorprendente aún, es el hecho de que la propia realeza le ha reconocido,
y en lugar de rechazarlo le han elevado a un puesto que le permite ser casi…
intocable diría.
Intocable.
Es una buena palabra para describir
a esta persona. La forma en la que la gente evade su paso, y aquellos que
irrumpen en su camino buscan su reconocimiento, su mirada, su afecto. Siempre
he cruzado miradas con esta persona y al sobreponerme al temor inicial, solo
puedo observarle con curiosidad.
Es interesante que finalmente esta
persona regrese mis miradas y me dedique asentimientos. No estoy seguro que he
hecho para ganar el respeto de esta persona. Pero puede que se deba en parte a
cierto encuentro casual en el que me encontraba enseñándoles a los hijos del
cocinero de la corte a leer y escribir en nuestra lengua.
Sé que no te agrada mi llamado
“trabajo de caridad” madre, pero me genera un gran placer moldear mentes
jóvenes. Y este guardián de la princesa, aparentaba haber tomado con curiosidad
mis actividades, observando desde las galerías de los jardines interiores de
palacio mientras intentaba inventar juegos para motivar a los niños a aprender.
No he tenido mucho éxito en lo que se refiere a la enseñanza, pero creo al
menos haber ganado ese granito de respeto a los ojos de este gigante.
¿Cometo un error madre? ¿Acaso me
encuentro pensando demasiado en esta persona? ¿Será otra fijación ridícula mía?
Probablemente sea la curiosidad lo
que me impulsa a desentrañar a esta persona. Su poder, su posición, el respeto
que evoca, las leyendas que le rodean. ¿Te gustaría conocer más de esta
persona? Pero, ah, el deber me llama.
Espero poder enviarte más
correspondencia prontamente. Con suerte, estas reuniones verán su fin dentro de
poco. La guerra, cuando llegue, será cruenta pero decisiva.
Cuídate.
Con afecto,
Carta y Subterfugio por Cassé, Paula Andrea se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.