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Tan solo un recuerdo
El final no fue una sorpresa. Desde un principio ambos
sabían cuál sería el resultado final. Josephine lo sentía en su cuerpo, en su
cansancio y en su reflejo. Louis lo veía en sus ojos, en su piel y en su voz.
Cada enfermedad es distinta, algunas se enmascaran como
seres inocentes los cuales llegan con una fina lluvia o con la primera nevada
del invierno; otras son como veneno el cual lentamente carcome a la persona
hasta finalmente verla desaparecer sin dejar nada salvo un recuerdo amargo en
la mente de los que quedan atrás.
Cuando los médicos les habían anunciado que no había cura,
que la enfermedad había avanzado demasiado, solo atinaron a guardar silencio y
apretar las manos con desesperación.
Ella desvió la mirada y contempló sus manos, y al ver sus muñecas supo
que no habría marcha atrás. Él hablaba con desesperación, pidiendo segundas
opiniones, rogando por otra salida por promesas (aunque supiese que eran
promesas vacías).
“Qué curioso… ¿Por qué no me había dado cuenta de lo
consumida que estaba?”, pensó ella mientras que dejaba el dedo índice de su
mano libre acariciar la piel de su amado y compararla con la propia.
Y pensar que todo había comenzado como una pequeña tos, un
leve escozor en la garganta, unas líneas de fiebre. Síntomas que eran fáciles
de desestimar. Algo pasajero, algo sin importancia.
Pero a fin de cuentas, el resultado fue inevitable.
Después de aquél anuncio, él se sumió en silencio;
desesperación y tristeza. Pero ella, ni lenta ni perezosa, eligió vivir sus
últimos días con la firmeza y el aplomo que todo ser vivo debería de demostrar.
No había tiempo que perder, por lo que era necesario
perseguir esos sueños y promesas que habían dejado para más adelante. No había
necesidad de mentirse, y aunque era terrorífico pensar que no tenían tiempo,
seguirían como si nada.
Fue una hermosa boda de primavera la que los unió. Ambos
derramaron lágrimas, y solamente sus testigos se encontraron presentes. Nada de
familiares que seguramente terminarían lamentándose por su amor desafortunado
el cual duraría poco. No, habían decidido celebrar la vida y dejar de lado los
pensamientos de muerte para cuando llegara el momento.
Esa decisión seguramente sería tonta para algunos. Después
de todo, ¿qué les traería ignorar la realidad salvo amargura al final? Ah, pero
ellos ya sentían el peso de la despedida en su piel, no era necesario
lamentarse todo el tiempo. Ella deseaba ser feliz hasta el final, y él solo
quería verle sonreír por siempre. Incluso si su para siempre no duraba más que unos pocos meses.
Día a día ella reía,
consumiéndose presa de una enfermedad sin posibilidad de cura. Día a día el
miraba con ojos llenos de tristeza, pero sonreía y reía porque era lo que ella
necesitaba. Las noches las pasaban frente a la chimenea, leyendo grandes
historias de aventuras y recordando los mejores momentos que los habían llevado
a enamorarse.
Se conocieron en los principios de primavera hacía unos 2
años atrás. Ambos unos retoños que abandonaban su adolescencia. Josephine con
sus largos cabellos castaños y Louis con su cabello cobrizo, ambos habían
quedado prendados de la belleza del otro. Habían pasado semanas actuando con
formalidad tratando aparentar ser las personas que su título revelaba. Ambos de
familia aristocrática y creyentes de que era necesario mostrar sus mejores
modales para conquistar al otro.
Cómicamente fue tras una fuerte pelea sobre sus posturas
frente al trato de la servidumbre, la cual fue coronada con Josephine
resbalando sobre el barro de la entrada de la mansión y estallando en
carcajadas debido a la ridiculez de la situación, que Louis se dijo: Esta es la clase de mujer con la que podría
pasar el resto de mis días.
Y el resto, como dicen, fue historia. Ambos dejaron de lado
sus posturas de señoritos de alta sociedad y simplemente se dedicaron a actuar
como los jóvenes irresponsables y soñadores que eran. Sus padres sacudían la
cabeza, rogando a Dios que ambos recuperasen la compostura, pero no podían
negar que había un gran afecto entre sus hijos. Los sirvientes en cambio, se
sentían libres de actuar con mayor soltura con sus jóvenes amos. Había cierto
respeto y cariño, eran como una extraña familia disfuncional.
La alta sociedad tenía una opinión muy clara sobre su
aberrante actuación, pero a ellos no les importaba. Y mientras mantuviesen las
apariencias en fiestas y reuniones, nadie se sentía con la autoridad de
demandar nada.
La llegada de la enfermedad fue un golpe duro para toda la
familia. Los sirvientes de la Mansión sacudían la cabeza y les dedicaban toda
la alegría que podían, y solamente en sus cuarteles privados entre copas de
vino y el humo del tabaco se permitían discutir sobre la tristeza que dominaba
al joven amo y como la señorita pronto les dejaría la carcasa de un hombre.
Todos los días, la joven tomaba la mano de su esposo y le
decía:
“Nada de tristeza y nada de dolor. Cuando me vaya eres libre
de seguir adelante con una vida llena de colores y alegría. Solo quiero que
recuerdes lo mejor, y yo te esperaré del otro lado cuando llegue tu hora”.
Aquellas charlas deprimían al joven, pero eran anuncios
necesarios puesto que el resultado sería inevitable. El no pensar en ello
constantemente no cambiaba el hecho de que las cosas pasarían, por lo que
aceptaba en silencio cada palabra que le era regalada, mentalmente tratando de
prepararse para lo que vendría.
Cuando finalmente llegó la hora, fue durante la noche
mientras ambos dormían. El despertó ante el tacto frío de Josephine. Un llanto
desgarrador invadió la estancia, y solo cuando se hubo calmado atinó a llamar a
la servidumbre para que la limpiasen y preparasen. Sin importar cuánto se
hubiesen preparado todavía lo sentía como una sorpresa. Solo podía mirar la
expresión del rostro de Josephine, ¿acaso había sentido dolor? Su semblante era
el de una persona teniendo un mal sueño, un semblante preocupado, y al
combinarlo con su tono de piel…
La habitación fue llenada de flores, todos los colores y los
aromas que ella había amado la rodeaban. Era lo último que le había pedido, lo
último que había deseado.
“Buen viaje Josephine”, susurró entre lágrimas mientras que
se aferraba a su vestido.
Louis se dejó llevar por el aroma de las flores. Y aunque
había sufrido su separación, recordaba todo el amor que habían compartido.
No era un adiós, sino una breve separación antes de un
reencuentro en una aventura más grande. Y en aquella aventura, todo lo habría
quedado de su dolor sería tan solo un recuerdo.
Fin
Imágen que inspiró el texto:
Tan Solo un Recuerdo por Cassé, Paula Andrea se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional..
Muy triste pero hermoso, espero m
ResponderEliminarás con ansias . La dama de negro (?)