miércoles, 25 de junio de 2014

Mariposa Negra


La joven permanecía sentada en una silla de madera, su rostro levemente iluminado por la brasa de su cigarrillo. Sus rasgos eran afilados y casi horrorosos. No había un solo cabello en su cabeza, e incluso sus cejas estaban ausentes. Su cuerpo era delgado, casi al punto de lo enfermizo. Sin embargo sus músculos se encontraban marcados, como si se hubiese consumido a sí misma para cultivar aquella musculatura. Una sonrisa torcida adornaba sus labios. Pero el rasgo que más resaltaba, era el maquillaje oscuro de sus ojos. Alas de mariposas habían sido dibujadas en el contorno de sus cuencas. Era como si le hubiesen roto la nariz, y sin embargo era un efecto claramente fabricado a consciencia.
Sacudió el cigarrillo, dejando caer la ceniza al suelo.
-La mariposa solo vive para ser hermosa. –Dijo con una leve sonrisa, poniéndose de pie y caminando en torno a la silla. Vestía una musculosa blanca suelta, pantalones anchos militares y botas militares. –Bicho inútil pero de un simbolismo encantador, ¿no creen? –preguntó girando para observar a las tres figuras que ocupaban un sillón al otro lado de la sala.

Las figuras se revolvieron, sus gestos limitados y temerosos. La joven sonrió satisfecha.
-Deja de ser una larva decían. ¿Cuándo te convertirás en la mariposa?, preguntaban. –Suspiró y sacudió la cabeza en un gesto de decepción. -¿No es esa una forma de decir, “te deseo una muerte rápida y una existencia efímera”? –Una carcajada estridente se le escapó, solo para ser cortada por un grito de furia al tiempo que pateaba la silla.
Pequeñas risas se escucharon por la sala, hombres y mujeres observaban desde los lados, interesados en la escena pero ajenos a la situación. Sus expresiones las de curiosidad y diversión.

-Soy una bruja, mis palabras son ley… ¿No es así? –preguntó la joven, una sonrisa peligrosa en su rostro. Sus dientes parecían afilados y perderse en la inmensidad de su rostro. Solo las alas de la mariposa negra parecían estar presentes. Ojos negros inundados de locura y rodeados de oscuridad. –Lo que digo es real. Lo que digo es absoluto, por lo que si no me obedecen, perecerán ante mis designios. ¿No es así? –preguntó con más fuerza, caminando hacia un lado de la habitación donde un hombre de tez pálida y sonrisa complaciente le entregó un bate de beisbol. –Si las amistades no rinden, entonces los lazos se cortan. ¿No es así? –preguntó nuevamente, girando mientras abanicaba el bate en un gran arco como practicando. –Si no eres útil, entonces no me sirves. Si no me sirves, te vas a la basura… ¿No es cierto? –preguntó nuevamente, modificando la pregunta, pero en esta ocasión miró puntualmente a una de las tres figuras inmóviles del sillón.
Una carcajada estridente invadió la sala. La joven estaba doblada sobre sí misma, riendo con fuerza y respirando entrecortadamente. El hombre que le había entregado el bate sacudió la cabeza en un gesto divertido y alzó los hombros. Miró a uno de los otros sujetos sentados en el alfeizar de la ventana e emitió un silbido al tiempo que alzaba un dedo. Varios de los presentes aplaudieron mientras que el tercer hombre movía una mesa al centro de la sala y depositaba una bolsa que se sacudía. Maullidos y gemidos de gatos se escucharon desde adentro.

La joven se acercó dando saltitos. Riendo alegremente y haciendo una leve reverencia al hombre que había dejado el saco sobre la mesa. El hombre, un sujeto de tez oscura y facciones duras, imitó el gesto y se alejó para ocupar nuevamente su lugar en la ventana.
Sin decir otra palabra, la chica arremetió sin piedad contra el saco. Golpeando tres veces contra el saco utilizando el bate. Manchas de sangre adornaban la tela, pero todavía había movimientos y quejidos desde adentro. La joven, la mariposa negra, dejó caer el bate como si ya no fuese importante y abrió el saco en un gesto de diversión.

Tomó uno de los animalillos dentro. Una gata negra cuyas piernas traseras se encontraban quebradas y que gemía patéticamente. Las manos de la joven se mancharon de sangre mientras alzaba a la gata por el cuello, mostrándosela a las figuras del sillón. Un gemido de angustia se le escapó a una de las figuras, y temblaba con algo que era mezcla de odio y temor.
-Si no te liberas, si no me sirves… Eres un desperdicio de persona… ¿No? –Dijo la joven. Tomó a la gata por el cuello y comenzó a apretar. El animal débilmente arremetía contra ella, clavando sus garras contra los brazos y manos de la joven, pero a esta parecía no importarle. Ella reía y giraba bailando divertida mientras que apretaba y retorcía al animal hasta que finalmente le dio muerte. Lanzó el cadáver contra la figura, golpeándole de lleno en el rostro, solo para caer inerte al suelo al no poder moverse su dueño.
-¿Gata de bruja? ¡Ja! Gata mimada por un dueño inútil. ¿Dónde están los poderes de la bruja ahora? –Le desafió la joven, pateando la mesa, tirando la bolsa con los gatos restantes. -¿Dónde está ese poder del que te regodeabas? –Preguntó de nuevo, saltando sobre los animales. Pisoteando con sus botas a los gatos los cuales gemían y se quejaban. Sonidos de huesos fracturados, de sangre y carne siendo desgarrada por el paso feroz de esa mariposa enloquecida. -¿Qué el karma se va a encargar? ¿No es este tu karma? ¿No has sido tú quién me ha empujado aquí? –Lanzó otra carcajada mientras su público adepto aplaudía. Ella giraba sin parar, dejando huellas llenas de sangre por todo el suelo.

Finalmente se detuvo frente a la figura central y temblorosa. Una joven de ojos grandes velados por lágrimas, temor y rabia. Sus labios sellados, cocidos con hilo negro. Sus brazos atados a su cuerpo por cuerdas pesadas. A sus lados, dos hombres se encontraban con capuchas que no les permitían ni ver ni oír, atados por cuerdas, pero drogados y ajenos al terror de la escena.
-¿Por qué cae la bruja? No porque esté en lo cierto, no porque tenga razón, no porque sea poderosa… -Dijo la joven mientras alzaba el pie y apoyaba su bota manchada de sangre en el pecho de su presa, empujándola contra el respaldo del sillón y disfrutando de su quejido ante la presión. –La bruja cae por su soberbia y su incapacidad de ser humilde. Tener razón te da placer… Y ahora… es hora de que pagues tu karma. –Una nueva risa se le escapó. Alzó la mano, y el hombre de la sonrisa complaciente depositó un cuchillo en su mano.

La mariposa negra batió sus alas.